La importancia de quererse a uno mismo

En ocasiones nos preocupamos más en querer a otras personas que a nosotros mismos.

Si queremos querernos, tenemos que conocernos y para ello, lo primero que tenemos que hacer es aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos, saber que no somos perfectos porque la perfección no existe y que somos diferentes a las demás personas, por tanto, no caigas en el error de compararte con nadie.

No te insultes, ni te menosprecies, “el yo no valgo para nada” no tiene que estar en tu vocabulario y no tiendas a utilizar expresiones negativas para describirte, ni centrarte en situaciones negativas que hayamos vivido. 


Educar a nuestra mente a ser positivos es importante para ser felices pero también es necesario conocerse a uno mismo para conseguir la felicidad y trasladarla a las personas que tenemos alrededor, que son tan importantes para nosotros.

Hay que volver a escribir tú yo interno.

Os voy a ser sincera no es, ni será fácil, pero es posible, es todo cuestión de educar a nuestra mente.

Para este post os propongo una dinámica que te va a hacer reflexionar. La he extraído del libro de las pequeñas revoluciones de Elsa Punset.

¿Me conozco realmente? ¿Qué cualidades tengo?

Coge un lápiz y papel. Vamos a desarrollar en dos o tres palabras quién eras en cada etapa de tu vida. Tienes que destacar en qué has cambiado y que hacías antes que ahora no haces.

Etapa:  1ª: Infancia
            2ª: Adolescencia
            3ª: 20 años
            4ª: 30 años
            5ª: 40 años

Reflexiona y piensa cuando te escuchaste por última vez. Una vez hayas reflexionado, responde a la pregunta ¿cuál es tu objetivo para los próximos meses?
Luego piensa en tus cualidades, las que te hacen ser diferentes a los demás y por las que te sientes muy orgulloso/a.

Con este post aprenderás a saber quién eres, dónde vas y querrás más todavía a las personas que tienes a tu alrededor. 

La felicidad plena existe solo tienes que creer en ti para conseguirla.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Nuestros miedos